Un gran profesor y científico
REMITIDO
El pasado día 10 se marchó al cielo nuestro amigo Antonio Perdigones Blandón, quien, con su habitual discreción, lo hizo en silencio, sin molestar a nadie. Fue un ejemplo y modelo tanto a nivel personal como profesional. Nació en Huelva el año 1939, segundo de cuatro hermanos. Quedaron huérfanos, cuando Antonio contaba con 12 años.
Desde entonces, empezó a ayudar económicamente a su familia con el dinero que ganaba en la consulta de un médico. Fue colaborador tan precoz como eficaz, diestro en preparar o recomponer los usos y desarreglos del aparato de rayos X. A los 16 años finalizó el Bachillerato con las máximas calificaciones. Desde el examen de ingreso hasta la culminación de la Licenciatura en Astrofísica en la Universidad Complutense de Madrid (los dos primeros años los cursó en la Universidad de Sevilla) obtuvo una constate serie de matrículas de honor.
En la universidad madrileña tuvo entre sus profesores, a los que veneraba, a Salvador Velayos y al insigne matemático Julio Palacios quien le ofreció permanecer en su cátedra. No fue posible, debido a diversos avatares de la vida, pese a su brillante expediente académico.
Nunca ocultó su entrañable testimonio de fe y de religiosidad. Murciano adoptivo indiscutible, manifestaba una devoción incuestionable por el Cristo Crucificado de la iglesia de San Lorenzo. Además de su erudición científica, llegó a ser un estudioso y conocedor de contenidos humanísticos. Su prodigiosa memoria le permitía adentrarse en el mundo de las matemáticas, de la física, medicina, astronomía y hasta de la música. Curioso hasta la saciedad, explicaba a quienes le escuchaba los mínimos detalles de sus conocimientos.
Ha sido esposo, padre y abuelo ejemplar y amigo de sus amigos. Si alguno tenía algún problema, siempre estaba dispuesto a impartir con su proverbial generosidad consejos balsámicos y alivios casi curativos. Lo echaremos de menos, pero procede, más que llorar su ausencia, expresar la alegría de haberlo conocido y disfrutado.
